El Ojo de Horus: La Escuela de Misterios
Basada en la investigación del Egiptólogo y matemático R.A. Schwaller de Lubicz y en los logros de una cerrada organización sacerdotal, la Escuela de Misterios de “El Ojo de Horus”, que dirigió los destinos del pueblo Egipcio, durante miles de años.
Los antiguos sacerdotes estructuraron una sociedad basada en dos conceptos fundamentales: la Reencarnación cómo metodo divino para que el espiritu del hombre evolucione al adquirir información sobre el universo y la Iluminación como paso final de este proceso.
Para los Egipcios, el hombre vive un proceso evolutivo que toma 700 reencarnaciones. Las experiencias de esas vidas transforman un ser instintivo e ignorante en un superhombre, un animal inocente y primitivo en un sabio inmortal. Segun ellos, Dios organizó un plan divino basado en la reencarnación, para que el hombre, al experimentar en carne propia, comprendiera cómo funciona el universo.
Además de Templos construyeron enormes pirámides para concentrar energía en cámaras focalizadoras, que elevaban la frecuencia vibratoria de los discípulos más avanzados de la escuela de misterios.
Esto ampliaba el rango de percepción de sus sentidos y les permitía adquirir nueva información sobre otras dimensiones de la realidad. Eran cámaras de exploración metafísica.
También en los días del equinoccio, utilizaban toda la energía acumulada en la Pirámide, para impulsar a un alto iniciado a vibrar en altísima frecuencia hasta que sus atomos se abrían como flores, liberando la luz contenida en el interior de sus nucleos. Así se producía una “iluminacion” temporal del discipulo, durante la cual podía viajar conscientemente por el tiempo o el espacio.
Las pirámides Egipcias fueron construídas en una pequeña área del enorme territorio, sobre uno de los centros neurales de la red electromagnética del planeta. Construídas con bloques de piedra hecha por el hombre, eran gigantescos cristales que vibraban al unísono con la frecuencia de la tierra. Los bloques de piedra contienen quarzo. Las moleculas de quarzo al vibrar fricciónan sus superficies, cargandose eléctricamente en un fenómeno que hoy conocemos como “Piezoeléctrico”. La energía electrostatica así acumulada era la utilizada para inducir estados de percepción alterada.